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miércoles, 21 de enero de 2015

Horas bajas

Tres. No eran más que tres los besos que pedía.
Uno en la frente, por mis padres.
Otro en la mejilla, por mis hijos.
Y otro en los labios, por mi amada.
Y tal como imploraba esa ternura, ella me la negaba.
Y tal como me llegaba la necesaria amargura, ella, la vida, me la acentuaba.


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