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domingo, 30 de junio de 2013

Los archimalditos, sin límites.



Brillando y aturdiendo.
Ajusticiando a los injustos.
Liberando a los presos de conciencia.
Sanando a los enfermos de falta de libertad.
Enfrentando la verdad a los mentirosos, a los rufianes.
Perdonando a los arrepentidos de corazón, y de mente.
Salvando las distancias con l@s maldit@s.
Quebrando los pies de barro de las élites.
Bendiciendo a l@s bendit@s y cuestionando a l@s archibendit@s.
Sembrando las dudas sobre los privilegios.
Implosionando los cimientos de los explotadores.
Regando los campos de la armonía, extensos como universos.
Aplaudiendo a los genios rezagados.
Revolucionando a los evolucionados.
Derribando fronteras inútiles de razas, idiomas, religiones, ideales, sexos y naciones.
Exaltados en la paz y exhaustos en la conciencia.
Librepensadores respetables, respetuosos y respetados.
Conocedores de los límites franqueables.
Igualitarios e igualadores.
Eternamente mejorables.
Activistas y activadores.
Incansables aun con los cerebros descansando.
Amplificando los gritos apagables para que nunca sean silencio.
No hay límites de tiempo ni espacio para l@s archimaldit@s.



(Nota: Esta es la tercera parte de la trilogía archimaldita, completada con "archimalditos seáis todos" y "Mis archimaldiciones". No hay más, ni habrá más. Palabra de archimaldito)




sábado, 22 de junio de 2013

Historia: Mi primer cuento (hasta ahora inédito)



CRISIS DE FAMILIA  


1.

    ¡Qué grande es mi hermano Sergio!
   De los dos hermanos que tengo, él es el más alegre y divertido y el más cariñoso conmigo. Es un hermano mayor ideal.
   No sé por qué mi madre siempre anda regañándole, no lo sé. Él se porta estupendamente y ella, sin ningún motivo, siempre pone falta a cualquiera de sus actos.
   No sé qué hay de malo en que salga una noche a la semana. Tiene derecho. Ya es mayorcito.
   Lo más lógico para su edad, comparándolo con los demás, es que saliera mucho más a menudo. Se merece algunas horas de expansión después del agobio que debe de suponer no soltar los libros de estudio en tantas horas como hace él.
   No tiene novia, ni falta que hace. Ya tendrá tiempo. Mamá dice que, aunque es un buen partido, ninguna chica se le acerca por su carácter. No sé a qué viene eso.
   A veces pienso que mamá le tiene manía por ser el que más le tira a papá. Al ser el primer hijo, papá siempre lo ha tenido como su preferido. A mí no me importa, lo comprendo. Yo, en su lugar, quizás haría lo mismo.
   De todas maneras, y sin tener en cuenta todo lo demás, a mí me sigue pareciendo un tío grande.
   Es jugador de hockey sobre hielo, el mejor de su equipo.
   Ama su stick de hockey. Con él pasa muchas horas. Le acompaña en sus estudios en casa, cuando sale con sus amigos por las tardes y, claro está, cuando tiene que entrenarse o jugar algún partido. Es como si fuera su mascota. Lo cuida tanto que a veces me da envidia de que no me trate a mí con el mismo cariño. Y eso que a mí me quiere mucho.
   Esta pequeña manía pasará con el tiempo. Eso creo yo.

2.

   Esta mañana, al despertar, he visto la cama de mi hermano igual que antes de acostarme. No ha dormido en casa.
   Al levantarme e ir a desayunar he visto a mamá aún en camisón y llorando desconsoladamente en el comedor.
   Al preguntar qué ha ocurrido, se seca las lágrimas que caen cara abajo y me mira con suma atención. Se lo vuelvo a preguntar y me contesta “Siempre lo mismo, siempre lo mismo” y estalla de nuevo en sollozos.
   ¿Qué habrá querido decir?

3.

   -¡Hola, Sergio!
   -¡Hola, hermanito!
   Esta es toda nuestra conversación después de que Sergio salga del cuarto del baño, tras haber llegado a casa poco antes de almorzar.
   ¡Vaya cara que tienen los cuatro! Mi padre sentado a la cabeza de la mesa, mi madre frente a él, Sergio al lado derecho de papá, y Antonio y yo frente a Sergio. Todos callados.
   Cuando mamá se levanta un momento para repartir la comida, echa una rápida mirada a Sergio, luego una más larga a mi padre y rompe de nuevo a llorar. Deja las cosas encima de la mesa y se marcha hacia su habitación donde, de un gran portazo, se aísla del resto de la casa y de los que la habitan.
   Papá nos mira insistentemente a los tres hermanos y, tras terminar su plato, se levanta y se va con mamá.
   ¿Qué pasa hoy aquí?

4.

   ¡Qué tarde más maravillosa estoy pasando! Mi hermano me ha invitado a ir al cine y, después de ver una estupenda película de ciencia ficción, pues sabe que son mis favoritas, nos estamos comiendo unas hamburguesas acompañadas de refrescos.
   Yo ya no ceno esta noche. Mi hermano, no sé, pero creo que tampoco.
   Sergio consiguió que papá le dejara el coche y gracias a eso hemos podido ir a más sitios de nuestra gran ciudad.
   Cuando terminamos la parranda volvemos a casa, mejor dicho, vuelvo a casa, porque mi hermano me lleva hasta la puerta y, sin ninguna explicación, se marcha. Lo más seguro es que papá ya tenga esa explicación.
   Cuando llamo a la puerta me recibe mi madre y con una rápida mirada a mi alrededor, se sobresalta y me pregunta por mi hermano. Yo explico lo que ha pasado y me hace entrar.
   -¡Tu hijo, tu hijo!
   -¿Qué pasa, mujer?
   Mi madre abre los ojos y, con una mueca de la boca, completa una expresión de terror.
   Mi padre parece comprender y se van los dos corriendo hasta mi cuarto. Abren el armario de Sergio y allí encuentran las respuestas para todas mis preguntas: Falta el stick de hochey .
   Pero, ¿y qué pasa con eso? Es normal que mi hermano se lleve el stick.
   Parece ser que eso es lo malo, que es normal.
   No comprendo nada

5.

   Esta noche sí ha dormido mi hermano en casa. Una vez que desperté en la noche lo encontré tirado sobre la cama, pero había algo extraño, estaba vestido con su ropa de calle.
   Ahora me vuelvo a despertar y me alarmo con más razón.
   Grandes gritos e inquietantes sollozos conforman una mañana de pesadilla.
   Me levanto y me encuentro una escena propia de un manicomio.
   Mi hermano Antonio tirado en el suelo junto a mi madre que está agarrando a mi hermano Sergio por el cuello con un brazo y con el otro intentando que no se le acerque mi padre. Se ha vuelto loca. No sé qué hacer. Estoy anonadado.
   Antonio intenta levantarse pero mi madre, con una patada, lo impide. ¿De dónde habrá sacado toda esa fuerza? Se dice que en situaciones límite cualquier ser humano experimenta un cambio físico y mental que va más allá de lo explicable. Mi madre está en una situación límite. Cuando me paro frente a ella me fijo en sus ojos ensangrentados.
   ¡¿Qué pasa aquí?!
   Al gritar con todas mis fuerzas, la escena se para y cambia, a continuación, radicalmente: Mi padre consigue llegar hasta mi madre que está como ensimismada mirándome, con los brazos caídos y la boca abierta. Deja, por fin, a Sergio en libertad, mi otro hermano consigue levantarse y yo ayudo a papá a calmar a mamá. Todo esto, en poquísimos segundos.
   Me doy cuenta que nadie ha respondido aún a mi pregunta.
   Cuando mamá parece haber recobrado el sentido de la realidad decido dejarla con mi padre y voy al cuarto de baño donde he visto entrar a Sergio.
   Llamando y llamando, logro que mi hermano me abra la puerta.
   Aún soy joven y no estoy para algunas cosas. Algunas cosas como las que veo representadas en mi hermano.
   Una mano descuelga el teléfono de la salita.
   -He decidido entregárselo.
   -… … …
   -¿Cómo? ¿Que no sabe de qué hablo? ¿De qué va a ser? ¿No están ustedes investigando el caso de los diez homicidios con arma desconocida?
   -… … …
   -Sí, sé quién es el asesino.
   -… … …
   -No. Sólo cuando decidan algo concreto les daré mi nombre.

6.

   -Hijo, tú sabes que te quiero mucho.
   -Sí, papá.
   -Y que haría lo que fuera mejor para ti.
   -Sí, papá.
   -Entonces, lo debes comprender.
   -Sí, papá… bueno, no papá.
   -Si es muy sencillo. Hazte cargo de la situación que atravesamos.
   -Me hago cargo.
   -Bueno, pues si te haces cargo, entonces, ¿por qué no comprendes?
   -Porque no sé por qué me queréis separar de mi stick.

7.

   Llaman a la puerta. Salgo de mi habitación para abrirla.
   -Buenos días, ya estamos aquí. ¡Actúa con mucha calma!
   -¿De qué hablan?
   -¿Quién es nuestro contacto?
   -Yo, señores, y, por favor, guarden un poco más de silencio.
    ¿Qué tendrá que ver mi padre con estos señores?
   Me aparta de la puerta y los hace entrar llamándoles la atención sobre la puerta de su dormitorio. Mamá debe de estar aún durmiendo.
   Con suma rapidez, dos de los hombres se dirigen a la puerta de mi habitación y llaman la atención de mi padre sobre ésta. Él asiente. Después me asalta el estupor. Sacan armas de fuego del interior de sus chaquetas y entran con un “¡No intentes nada! ¡Policía!”

8.

   Mi hermano los estaba esperando. Los policías deciden que sus armas no valen contra un ser indefenso. Pero él no está indefenso. En cuando vuelven a poner las pistolas en su sitio, él se abalanza hacia ellos con algo en su mano derecha que asegura con su otra mano y que me resulta muy conocido.
   La cara de uno de los agentes se deshace ante un golpe bestialmente certero.
   Llegan al campo de batalla dos hombres más que estaban junto a mi padre tomándole declaración.
   Dura es la pelea. Mi hermano es dominado y su arma confiscada.
   En esos momentos mi madre y hermano menor se unen a mi padre y a mí para estar presentes cuando se lleven a Sergio.
   Uno de los agentes saca una bolsa de plástico negra y con ella envuelve lo que había sido el instrumento de diez asesinatos: Un stick de hockey.

9.

   Hoy ha amanecido un día gris pero, de todas maneras, decido ir a visitar a mi hermano. Sólo me lo permiten una vez cada dos meses. El sanatorio mental cae bastante lejos pero no hay problema; papá viene conmigo en su coche.

10.

   La casa parece otra cosa. Está llena de felicidad. Las comidas ya no se hacen tan largas como antes, solemos salir toda la familia al campo los fines de semana y mamá está muy contenta con un trabajo que ha conseguido. Ya empieza la próxima semana, aunque creo que dentro de poco lo va a tener que dejar: Hace casi dos años que los cuatro estamos justos en plena armonía y ayer papá me dio la  buena noticia de que dentro de ocho meses seremos uno más.
   ¡Qué alegría!

11.

   ¡Qué grande es mi hermano Antonio! De los tres hermanos que tengo él es el más alegre y divertido y el más cariñoso conmigo. Es un hermano menor ideal.
   No sé por qué mi madre siempre anda regañándole.
   No lo sé.



(Nota: Este relato está basado en la letra de la canción “Stick de hockey”, del grupo Ilegales, escrita por Jorge Martínez. Gracias por su inspiración. Viveiro (Lugo), 20 de agosto de 1986)

   

domingo, 16 de junio de 2013

Alguien y nadie

   A veces, alguien se sorprende de seguir siendo alguien, de contar los segundos para ser nadie.
   El mundo sigue siendo esa desesperanza casual que ilumina nuestros actos y, sin embargo, el desánimo corrompe las expectativas del esperanzado.
   A menudo, muy a menudo, eres alguien siendo nada.
   Si eres capaz de permanecer impertérrito ante la mirada extraña, estás pleno de personalidad inquebrantable, pues son siempre los rostros ajenos los que causan desdicha al culpable de pusilanimidad.
   Y, sin embargo, éste es el ciclo de la sandez, éste es el ciclo de la sordidez.
   

sábado, 15 de junio de 2013

Comienza el CICLO DEL PAVOR

   Hace poco una lectora me decía que soy un friki que sólo sabe escribir historias de ciencia ficción para frikis. Creo que esta afirmación no es correcta, pues, como puedo demostrar en mis publicaciones en varias páginas web dedicadas a relatos cortos, escribo también poesía, reflexiones, dramas, microrrelatos y cuentos para niños y no tan niños.
   Pero ahora quiero ir un poco más allá, empezando por mi blog para escribir también relatos de TERROR, auténtico terror por lo reales y quizás realizables y ya realizados en el mundo real. Así es como empieza mi Ciclo del Pavor, cuyos relatos y microrrelatos publicaré individualmente en algunas de esas páginas dedicadas a la literatura breve.
 
RUMORES

   Críspulo Hontananzas saludó calurosamente a su compadre Eustaquio antes de susurrarle, con su aliento cargado en alcoholes, que su esposa estaba sacando los pies del plato con su otro compadre, el Huevón Florindo, a lo que el supuesto ultrajado contestó cortando de un tajo de navaja la sonrisa desdentada del cotilla fabulador y mentiroso, y cuando, la cara chorreante de sangre preguntó el porqué con un movimiento descontrolado de ojos, el compadre Eustaquio, susurró también al oído, antes de cortar la oreja que lo ampliaba, que nadie se burlaba de su esposa, aún virgen, y menos aún del único amor de su vida, el edulcorado, amable, lisonjero y buen amante Florindo el Huevón.

HARTO

   El maldito asesino acababa de abandonar a su reciente víctima a los perros de la noche, sabiendo que el olor del desventrado los atraería. Con sangre fría limpiaba el arma homicida y, mientras lo hacía, recordaba con sorna los lamentos de súplica del aterrorizado condenado.

   Visualizaba ya la cara del próximo sacrificado en su ritual y se prometía que sería una mujer, porque ya estaba harto de buscarse en otros rostros masculinos, pues eso es lo que hacía al suicidarse poco a poco con cada vida que arrebataba.

DIOS DINERO

   Si tenía dinero, era para disfrutarlo.
   Y si tenía muchísimo dinero no era para derrocharlo sino para vivir experiencias irrepetibles, porque lo que tenía claro es que nadie había vuelto para asegurarle que había otra vida después de ésta.
   Las perversiones normales, las que estaban más al uso entre los que eran como él, ya no le satisfacían, y buscaba nuevas experiencias que inyectaran más adrenalina de lo normal a su cerebro.
   La libertad de no haber caído en la trampa del matrimonio le había permitido experimentar todo lo inimaginable con su sexo y el de los demás.
   El anonimato que le brindaba el chorreo continuo de sobornos a políticos e integrantes de las fuerzas de seguridad, había hecho que sus ansias sadomasoquistas no alcanzaran un umbral razonable. Pero siempre quería más, y al querer más, veía menguado el universo de tentaciones.
   Todo y todos tenían un precio y él, por ahora, estaba dispuesto a pagarlo.
   La vida de los otros era un cheque en blanco, pero la muerte de los demás era algo más que el poder de un dios, el que él personificaba cuando le daba en gana.





(Nota del autor: Este relato se lo dedico a Fernando García Mediano, padre de Miriam, una de las niñas asesinadas en Alcàsser, por ser un auténtico buscador de la Verdad y la Justicia, tan falta en este país llamado España)

YO DENUNCIO



Religiosamente bienhallado.

Religiosamente maniatado.

Religiosamente amordazado.

Religiosamente apaleado.

Religiosamente deshonrado. 

Religiosamente invadido por la carne extraña de uno de los siervos de Dios en la Tierra.

El pecado de la provocación, por ser inocente y puro, debe ser castigado.


(Nota del autor: No es mi intención atacar las ideas religiosas de mis lectores. Sólo denuncio, de una forma literaria, un hecho constatado, y reprobado por la mayoría de los integrantes de la Iglesia Católica)




domingo, 9 de junio de 2013

NUEVAS GENERACIONES

   Mi hijo, cuando era niño, me preguntó por el significado del movimiento de los planetas. Como no supe contestarle, se dijo, y me dijo, que sería astrónomo. Hoy, treinta y cinco años después, me sigue preguntando por el significado de ese movimiento. Sabe las respuestas pero quiere escuchar de mi propia boca, con mi propia voz, cómo asumo mi ignorancia. Y después quiere escuchar de mi propia boca, con mi propia voz, en qué magnitud se encuentra mi amor por él.
   -Sólo sé que se mueven en el Universo Infinito. ¿Ves las estrellas? Pues cuando dejes de verlas, porque ya no existan ni ellas ni tú, aún perdurará, en el infinito, esta sensación de plenitud, cuando comparto mi tiempo contigo. Aunque creas que no sé nada. No creas que no recuerdo que yo también fui niño. Que mojaba la cama cuando tenía pesadillas. Que esperaba impaciente los regalos en Navidad. Que me entusiasmaba con la llegada del verano y de mis primos. Que lloraba, en mi interior, con la emoción de escuchar a mis abuelos cantarme el cumpleaños feliz. Que miraba con impaciencia el minutero para que el timbre nos avisara que podíamos dar patadas al balón en el recreo. Que me hinchaba como un gallo cuando la chica más guapa del barrio se dignaba a echarme una mirada, cuando…
   -¡Perdona! ¡Perdona! ¿Y de tus padres no echas nada en falta?
   -¿Mis padres? ¡Ah, no! En mi serie cometieron el error de olvidar implantar esos personajes y los recuerdos adyacentes en mi programación. Los de tu serie han salido más completos.

sábado, 1 de junio de 2013

ORO

   Remando y remando, volteando la vista para comprobar si le seguían. La carga era pesada y no sabía cuánto más podría resistir. Los rápidos del río le permitían descansar en las brazadas, pero no en las preocupaciones de verse estrellado contra las rocas del fondo o verse capturado por las lanzas de la tribu. Temía zozobrar y que el ídolo dorado se hundiese con la embarcación. Pensar en cuánto conseguiría por él en el mercado negro le daba nuevos ánimos. Conocía el río y sabía que éste no le traicionaría. También se hizo conocer y querer por la tribu y los traicionó. ¡Estúpidos!


   La barca se zarandeó un poco más de lo normal en el penúltimo recodo antes de llegar a la playa donde fondearía.

   ¡Cómo logró engañarles! ¡Cómo logró embaucarles!

   “¿Lograste engañarles? ¿Lograste embaucarles?”

   -¿Quién habla?

   El ruido insoportable de las aguas en ese último trayecto hacía que escuchara su propia voz interna. Debía de ser eso. Qué otra cosa podía ser. No había animales visibles por los alrededores.

   “¿Por qué crees que soy tan valioso?”

   Otra vez. Tantas horas sin comer le estaban jugando una mala pasada. Pero bueno, ya estaba bebiendo bastante. Demasiada agua había tragado un poco más arriba. Y con esa agua, seguro que unos cuantos animales minúsculos.

   “Has cometido un grave error.”

   Reconocía la zona. Aquellos tres árboles derribados sobre la orilla a su derecha. Con sus ramas adquiriendo aquellas formas tan particulares, entrelazándose sus troncos, de la misma manera en que lo hacían las piernas de Susana “la refajos”. ¡Qué hermosa mujer! ¡Y qué bruta haciendo el amor!

   “En cuanto pusiste tus sucias manos en torno al pedestal, algo te dijo que no saldrías de ésta.”

   De pronto, un árbol se quebró y su recio tronco chapoteó el agua a pocos metros por delante. Y se cruzó allí, en medio de la nada, para sentenciar que aquel era el final del viaje fluvial.

   -¡Maldita sea mi suerte! – dijo antes de perder el equilibrio y hacer que la barca mostrara su quilla al aire.

   En el remolino formado por su propio cuerpo, tanteó a ciegas en el fango buscando la figura sagrada.

   “¿Sigues sin creer que no saldrás de ésta?”

   Bajo las aguas quejumbrosas era imposible oír aquella lastimosa voz. No tenía tiempo más que para abrazar al ídolo y al tronco que había causado aquel estropicio en su destino.

  Pero la corriente era demasiado poderosa y, en la desesperación, se cortó el brazo derecho con una rama punzante.

   Tal era la velocidad del agua y del tiempo que ni el agua se enrojecía.

   Serenarse, tocar fondo y andar hacia la orilla paso a paso, cogiendo aire por encima del borbotón. Y no soltar al dios dorado. Sobre todo no soltar los diez kilos de oro macizo en forma de enano cabezón y gordinflón cuya sonrisa adivinaba en la negrura de las aguas turbias.

   La barca se alejaba hacia la catarata. Quizás no se hiciera astillas.

   -¡Adiós, muchacha, gracias por tu ayuda!

   Allí arriba aquellos pájaros de mal agüero rondando. Los veía cuando sacaba la cara para morder aire. Y la orilla, tan cerca, qué lejos quedaba.

   Serenidad. Ese era el truco. Serenidad. Pronto lo lograría.

   “Estás equivocado. Tu dios no lo permitirá. No permitirá el sacrilegio con otro dios, aunque no sea él.”

   Gritar mentalmente ¡Basta, basta, basta! ¡Ya! ¡Basta!

   El frío del agua le recordaba el dolor recién abierto del brazo.

   Diez pasos, no más.

  Pero el agua empujando con todas sus fuerzas, de lado, intentando soltar sus pies del fondo fangoso.

   ¡Menos mal que aquí no hay pirañas! Se rió por su suerte.

   “¡No llegarás a poner un pie en tierra seca!”

   Ya no hacía caso a aquella voz en su cabeza. Cuando pisara tierra firme y estuviera seco y caliente, se habría ido.

   Ocho pasos.

   Cada uno que adelantaba era un martirio para los dedos de los pies.

   Ya el agua estaba por debajo de la cintura y el brazo abierto enrojecía su mano y el agua. Ya el ídolo estaba tomando aire. Ya percibía el movimiento de las alimañas entre la vegetación que tenía a la vista.

   Y sonrió.

   Seis pasos.

   Se dio cuenta de que casi estaba en calzones pues tenía las perneras hechas jirones. 

  Por última vez miró a su derecha, por si aún lograba vislumbrar alguna embarcación acechadora.

   “¿Crees que les engañaste?”

   -Un buen ron es lo que necesito para volver a la cordura.

   Tres pasos.

   El agua por las rodillas.

   -¡Habla lo que quieras! ¡No te soltaré!

   ¿Por qué había hablado a la figura? ¿No estaba la voz en su cabeza?

   -Todo esto terminará en un instante.

   La playa bajo sus pies, y unos pasos más allá la hierba y las plantas que le llamaban para que echara sobre ella su cuerpo, para que colgara en ellas sus ropas.

   “¿No te das cuenta que les hiciste un favor?”

   Un paso.

   El pie en el aire para posar el talón y los dedos sobre la frescura verde.

   Ahora pesaba el oro. Lo dejaría a un lado para desentumecer el brazo que lo aprisionaba.

   Pensó, en milisegundos, que todo había sido demasiado fácil. Cuando entró en la choza del chamán, aprovechando su ausencia. Sin ningún hombre que custodiara el dios que estaba en el centro de aquella pirámide de ramas y adobe. Sin vigilancia por ningún lado. Creyendo que se había ganado su confianza después de haber extraído una muela con caries de la boca del jefe del poblado. Después de haber sufrido el regalo que le habían hecho como pago del milagro: Tres meses retozando con la hija amorfa del jefe, a la que había desvirgado en prueba de buena fe. Todo demasiado fácil.

   Hasta que aquel apreciado día en que un bocazas de la tribu le habló del ídolo de oro puro, cuyo origen se había perdido en la historia de los clanes.

  Justo el ídolo del que había escuchado leyendas de algún borracho en la tasca del marido de Susana “la refajos”.

   Y allí estuvo, al alcance de la mano, para convertirlo en el hombre más rico del mundo civilizado que él conocía.

   El instante de la última pisada. Su columna vertebral recta. Sus pies apostados firmemente. Soltaría al gordo cabezón y podría hacerse un torniquete para cortar el flujo de sangre que estaba enrojeciendo el espacio más allá de su mano derecha.

 Doblando el espinazo para liberarse del peso, ahora demasiado evidente sin la ayuda de la ingravidez dentro del agua.

    Y en el momento en que el ídolo tocó el suelo…

  …Con el remo en las manos, volteando la vista para comprobar que no le seguían. La carga era demasiado pesada y no sabía cuánto más podría resistir. Temía zozobrar y que el ídolo dorado se hundiera con la embarcación.

   ¿Cómo logró engañarles? ¿Cómo logró embaucarles?